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Revista de prensa

The Guardian, 5 de junio
Suzanne Moore

"En la economía digital, pronto estaremos todos trabajando gratis; y yo me niego"

«No todos podemos ser freelancers para siempre. El trabajo freelance, como estudiar en un internado, está bien si tienes los recursos para hacerlo sin ingresos regulares. Es decir, si ya eres rico. Sin embargo, la economía digital funciona como una especie de sofisticado «factor X». Alguien lo hará, seguro. Incluso durante más de 15 segundos. Pero la mayoría no lo hará».

10 de junio de 2013

[…]

«Tenemos más de un millón de ninis en el país -jóvenes que no están trabajando ni estudiando o formándose-. Podrían hacerlo si alguien les echase una mano, pero de alguna manera han perdido el tren. Poco les importa que este barco sea el Titanic. Sus hermanos y hermanas mayores han ido a la universidad, pero aún se encuentran en un mundo de trabajos a tiempo parcial en un bar. No tienen salarios adecuados y por lo tanto no hay posibilidad de hipotecas. Y, por supuesto, en otros países europeos la situación es aún peor.

En este punto es costumbre culpar a los banqueros. O por lo menos a los políticos. Pero hay otro grupo en parte responsable del estado lamentable en que nos encontramos: las «mentes pensantes digitales» de Silicon Valley que nos dijeron que todo podría ser en parte gratis. Y fácil. En una especie de paraíso virtual.

Pero no es paradisíaco que se te pida que trabajes de forma gratuita, tanto si tienes 18 como si tienes 48. En la popular aplicación gratuita conocida como Facebook, el gran compositor Barney Hoskyns publicó un manifiesto que dio en el blanco: pedía a los «proveedores freelance de contenido» -ya fuesen actores, escritores, músicos o fotógrafos- que abandonasen el trabajo no remunerado (yo ya lo abandoné hace un tiempo; excepto, por supuesto, para las causas en las que creo).

Pero se trata de algo más que eso […]. Hoskyns cita el nuevo libro de Jaron Lanier, Who Owns The Future, en el que argumenta: «El capitalismo sólo funciona si hay personas lo suficientemente exitosas como para ser clientes». Lanier, informático y músico, es con razón considerado un visionario porque ve lo que está sucediendo, cuando todo se retransmite en directo por streaming pero nadie conoce el nombre de la persona que hizo la música. El contenido es libre.

Los gobiernos tienen la idea de que un futuro digital crea puestos de trabajo y no se los come. Culturalmente, existe ahora un mundo de fantasía sobre start-ups y blogs y YouTube TV en el que muy pocas personas logran hacer dinero y la mayoría del trabajo se hace simplemente por «la experiencia».

En una entrevista de Scott Timberg para Salon, Lanier da un ejemplo claro: «Kodak solía dar trabajo a unos 140.000 realmente buenos empleados de clase media. Instagram tiene 13 empleados, y punto». Él describe a un «ganador-que-se-lo-lleva-todo» en todo el mundo, con un pequeño número de personas de éxito y todos los demás viviendo en la esperanza. «No hay un cambio de rasante de la clase media. Es una sociedad de todo o nada».

Podemos encogernos de hombros y decir que es sólo otra revolución industrial, una evolución del trabajo formal hacia el trabajo informal […]. Pero, ¿dónde está el contrato social, entonces, si esto «no te saca del apuro cuando estás enfermo y no te permite criar hijos y no te permite envejecer»?

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Él ve a los músicos y artistas y periodistas como canarios en la mina de esta nueva economía. ¿Quién les va a pagar? «¿Es este precedente el modelo que queremos repetir con nuestros médicos y abogados, enfermeras y todos los demás? Porque, con el tiempo, la tecnología llega a todo el mundo».

[…]

Las industrias creativas, primero la música y ahora el periodismo, vieron llegar estos cambios demasiado tarde. Mis hijos han crecido en un mundo en el que tendrán que competir con los que trabajarán gratis. Es sólo cuestión de tiempo hasta que a todos nos pidan hacer lo mismo. Y me niego.

Porque lo que se está erosionando no son sólo los salarios reales, sino también la idea de que el trabajo debe ser remunerado. Se están obteniendo enormes ganancias de esas llamadas «oportunidades para nuestros jóvenes». Pero son, en realidad, la explotación de la inseguridad. No se trata de estar en contra de la tecnología. Se trata de ser pro-humano. La tecnología está aquí y es habitualmente muy beneficiosa. Pero tenemos que encontrar una manera sostenible de usarla para que las cosas que hacemos o fabricamos se paguen en la vida real y no con salarios virtuales».

Suzanne Moore escribe en The Guardian. Puedes leer el artículo completo aquí.

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