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El libro de Chris Ruen analiza la piratería de música en internet
#Gorrones: cómo nuestro insaciable apetito de contenidos gratis en internet empobrece la creatividad
Su autor es un joven de Brooklyn llamado Chris Ruen, editor de la revista Cool’Eh y colaborador de Tiny Mix Tapes, Slate y The New York Times. “La epifanía de los efectos que su propio pirateo tenía sobre las bandas que amaba le hizo abrir los ojos. Un libro maravilloso que captura un esperanzador cambio en el espíritu de nuestro tiempo”, asegura David Byrne.
Chris Ruen, invitado por la Coalición de creadores e industrias de contenidos, presentó en Madrid la edición en español de Freeloading, publicado por Ediciones Quinto 20 con el título #Gorrones.
“Una voz poderosa contra el tipo de determinismo tecnológico amoral que proporciona cobertura moral a quienes facilitan o participan del robo online”. Así le describió The New York Times en una reseña del libro. “Con la mirada de un crítico y la pasión de un fan de la música, Ruen muestra cómo la piratería afecta a los artistas y pone al descubierto las agendas empresariales a ambos lados del debate. Una lectura esencial para cualquier persona preocupada por cómo los artistas van a sobrevivir en la era de internet», resume Robert Levine, autor de Parásitos.
Celebradas intervenciones, junto a David Byrne en la Biblioteca Pública de Nueva York o junto a David Lowery en la Canadian Music Week, le han consolidado como una nueva referencia, contundente y rigurosa, entre quienes defienden el respeto a la propiedad intelectual en internet. De hecho, Chris Ruen ofrece en su libro #Gorrones un mayor desarrollo de la idea que ha estado esbozando durante los últimos años en artículos, reportajes y alguna obra corta: que la descarga ilegal de contenidos digitales tiene graves consecuencias no solo para artistas, sellos discográficos e industria circundante, sino también para el futuro de nuestro desarrollo cultural.
Ruen se zambulló en esta compleja batalla en 2009, cuando escribió un artículo para Tiny Mix Tapes titulado «El mito de DIY: Hacia una ética común sobre la piratería», muy directo desde el principio hasta sus últimas líneas: «Si encuentras significado y belleza en la obra de unos músicos y deseas que continúen creando, estás obligado a apoyarles. Si te gustan las tiendas de discos, las personas a las que dan empleo, los valores y el espíritu que promueven, estás obligado a apoyarlas. Consecuentemente, si estás de acuerdo con lo uno sin hacer lo otro, entonces en algún nivel tú, y no Metallica, eres un impresentable. Por básica educación, (probablemente) no te diré nada de esto a la cara, ni se lo diré a tus amigos, ni al dependiente de tu tienda de discos, ni a tu banda de música preferida. Pero es la verdad”.
Ruen, en cualquier caso, niega ser un provocador. Su libro, asegura, pretende resituar el debate en su origen, antes de las falacias que a fuerza de ser repetidas muchos creen ciertas. A juicio de Joe Hemmerling, por ejemplo, lo consigue. Así lo resume Hemmerling en Tiny Mix Tapes: “Aunque Ruen ensambla un impresionante arsenal de argumentos que apoyan su discurso, el meollo descansa en una premisa simple: que un artista tiene el derecho exclusivo a «distribuir sus obras en la forma que elija” y está habilitado para “extender este derecho… a cualquier socio comercial legal”. Es una declaración de lo evidente que no debería ser necesario defender. Sin embargo, dado el contexto histórico que rodea el debate sobre la descarga ilegal de contenidos, es fácil ver cómo nosotros, como sociedad, hemos perdido esto de vista”.
Esta obra va de Napster al apagón de internet contra la SOPA, de Adam Smith a Marshall McLuhan, y de los peligros de las redes sociales a la manera en que el patrocinio corporativo de la música indie trajo un récord en el hundimiento de las ventas. “La piratería en internet ha creado aliados improbables. Por un lado, están los creadores de contenidos, incluidos los artistas y titulares de derechos de autor; por otro, legiones de consumidores acostumbrados a la gratuidad que se ven reflejados en la tradición de hackers y miembros de Occupy Wall Street”, señalan en OR Books.
Chris Ruen afirma que él también pirateaba música, pero llegó a entender cómo las descargas ilegales pueden poner en peligro a toda una comunidad artística después de pasar tiempo con bandas de Brooklyn que, a pesar de su éxito, no lograban beneficios de su música. Así, producto de innumerables noches de conversaciones y entrevistas con músicos contemporáneos, #Gorrones no solo disecciona esta permanente batalla, con una lúcida mirada crítica sobre las famosas protestas contra la SOPA y la tramposa retórica que las sustentaba, sino que propone soluciones concretas y prácticas para proporcionar protección a los artistas y a los consumidores.
Las herramientas no tienen derechos
“La tecnología digital es una gran herramienta nueva -señala Ruen-, pero eso no significa que debamos aceptar la explotación de los artistas o la violación de sus derechos en internet. Si somos capaces de utilizar internet para ampliar los beneficios de los derechos de autor, es posible que logremos una época de increíble progreso social. Eso parece un objetivo más que digno. Pero hay gente por ahí que cree que los derechos de autor están obstaculizando el progreso de internet y hay una interesante guerra filosófica de derechos entre “la tecnología” y su percepción de un derecho al progreso frente a los derechos humanos e individuales de los creadores. ¿Qué derecho es más importante? ¿Qué derecho ni siquiera existe? La respuesta es obvia. Las simples herramientas, digitales o de cualquier otra clase, no tienen ni merecen derechos, por lo que hay que examinar cuáles de nuestras propias decisiones, comportamientos y políticas pueden o no estar violando los derechos de los creadores”.
“Los críticos de los derechos de autor tienen parte de razón cuando empezamos a hablar de libros o álbumes que fueron publicados hace sesenta, setenta, ochenta, noventa años y no están en el dominio público, lo cual es un derecho público garantizado por el copyright tradicional. Sin embargo, en cuanto a las obras más recientes, los derechos de autor siguen siendo vitales y esenciales. Es fundamental para mantener una variada e independiente cultura creativa que no sea puramente dependiente del Estado o del patrocinio corporativo o mecenazgo”, explicó Ruen a TNB.
En la biblioteca de Nueva York con David Byrne
Poco después de publicarse el libro, Ruen y el vocalista de Talking Heads y autor del libro How Music Works, David Byrne, protagonizaron una memorable charla en la sede central de la Biblioteca Pública de Nueva York: “Esta noche David Byrne y Chris Ruen explicarán exactamente, en concreto y en definitiva, por qué descargar música ilegalmente te convierte en un gilipollas”, anunciaban los carteles promocionales. Las entradas, que costaban 15 dólares las más baratas y 25 dólares las más caras, se agotaron varios días antes.
El evento no decepcionó, dejando una larga conversación sobre los derechos de autor, la piratería en la era digital, el cambio y progresiva desaparición de los flujos de ingresos de los artistas, pero también sobre cómo se hace hoy en día la música, cómo se distribuye o cuál es su mercado. Chris volvió a insistir en la idea fuerza que empuja a #Gorrones desde la primera página: las descargas ilegales no sólo torpedean la línea de flotación del artista, sino que en última instancia ponen en peligro la creación de toda esa buena música que, para muchos de nosotros, hace que la vida valga la pena. Puedes ver el vídeo de la charla aquí.
#Gorrones, edición en español de Freeloading con traducción de Vicente Campos González, ha sido publicado por Ediciones Quinto 20.
Lo impresionante realmente es la sala de juntas-biblioteca en la que acogieron a Mr. Ruen. Se nota que hay dinero y que la P.I. goza de muy buena salud. Felicidades y no permitan que nadie les gorronee.
Hombre, don Julio, es verdad que el lugar es impresionante pero tampoco nos pasemos, es la biblioteca de la Asociación de la Prensa de Madrid, y te la alquilan por 300 euros toda una mañana o toda una tarde, tampoco creo que se pueda decir que «se nota que hay dinero» porque se gasten eso entre diez asociaciones y una editorial (imagino que habrán ido a pachas :-)